El entorno es espectacular, con unos bosques de hayas que en otoño son una maravilla. Hay mucha montaña para hacer senderismo y pueblos con arquitectura popular. No debeis perderos los dos Viniegra, el de arriba y el de abajo. La tranquilidad y el silencio que dan este tipo de alojamientos, abadías y monasterios, es única. Las habitaciones son austeras, como corresponde a un monasterio con casi 1000 años de historia, pero son amplias y están muy pulcras.
El personal es muy atento y ameno.